08 noviembre 2009

Carta 20.

Querido Víctor,

contigo me agarro a esa valentía creada virtualmente que nos da la torpeza suficiente (o el acierto) para dirigirnos con total confianza como si de viejos amigos nos tratáramos. Tiene que ver, intuyo, con nuestras áreas geográficas compartidas, nuestros espacios en común, vaya, con las amistades que compartimos gracias a la poesía. Yo sé de ti lo que quisiste decir en la entrevista de Sopa de Poetas y eso es suficiente. No sé lo que sabes de mí y eso es también suficiente.

Y además me confesaste tu aprecio a este género epistolar y cómo lo cultivas con algunas amistades. Ahora yo lanzo carta y me siento a esperar respuesta, que me cultives un rato.

No sé que pensarás, ¿A través de sus cartas se conoce al poeta “desliteraturizado”, o ¿quizás deberíamos decir otra faceta del poeta “humanizado”? Dos preguntas absurdas donde las haya con respuestas de escaso valor, probablemente. No sé, pensaba ahora en eso.

Yo tuve la necesidad en su día de leer el Epistolario completo de García Lorca porque quería ver cómo era en su intimidad el hijo, el hermano, el amigo… y eso me llevó tirando del hilo a otros muchos epistolarios que me dan un aire más completo y sin duda más cercano, de otros tantos escritores. En Salinas, sin ir más lejos, sus cartas son estudios personalísimos de sus mejores obras: amor / carta / poesía son casi la misma cosa en algunos momentos.

Habría que aclarar cuánto dice de nosotros una carta.

Yo aprovecho para preguntarte sobre tus cosas, sobre tu Valencia en llamas, sobre las
acciones poéticas que lleváis a cabo por el Levante y sobre tu poesía. Me gustaría saber más, en qué andas, y con quién….para decirte quién eres, claro!

Admite esta breve carta desordenada como un inicio y tenga usted la bondad de contestarme.


Ahí te llega el abrazo.


Ventura

1 comentario:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Querido Ventura:

Amigo, estuve una semana en Murcia, trabajando y sin ordenador más que 30 minutos desde el hotel donde me alojaba. Así que tarde un poco en tener serenidad para saludarte.

Es la carta, siempre, ese abrazo inacabable, esa posibilidad de recibir y acoger al mejor tú, de darse desde lo pertinaz del otro, ese otro que es tu-yo, y su-yo. No juego con las palabras, me expongo, quizá torpemente, desde el comienzo, con una deuda de gratitud hacia ti.

Recibo tu carta y la leo. Dejo que repose. Sigo en otros asuntos y vuelvo a ella. Sigue cálida la tinta, tiznandonos mutuamente.

Sabes de mi lo poco que pude y supe decir en la entrevista con Mario, Pepe y Oscar, en la que yo acompañaba por complicidad a Quique Falcón, verdadero protagonista o casi, porque era la poesía en la forma de La Marcha de los 150.000.000 la invitada y la que dio buena cuenta de esa hora entrañable con los mago-poetas soperos.

Poco importa quien soy, pero ese poco se dice pronto, no hay secreto, no hay misterio. Viktor es una persona muy corriente, empleado de banca y poeta, padre de familia y vecino de Valencia, animador cultural y voluntario en el Casal de la Pau (ahora llevo dos meses sin ir y estoy jodido).

Mi poesía quiere ser dialógica. Palabra dada, que se expone, desde un temblor por las orfandades y por los sufrimientos, también por la íntima sospecha de que amar, convivir, resistir y escribir son una sola manera de ser, de mirar el mundo, de andar por él y ser parte ínfima pero insumisa en la gran farándula del presente herido.

Por carta suelo hablar de todo y nada, de los detalles y también de las dudas, de complicidades, de miedos y de esperanzas, de alegrías y también de fracasos. Con amigos, igual me importa contarles el tiempo y lo que hice en una rutinilla cualquiera como reflexionar sobre un verso de Paul Celan, Miguel Hernández o Eduardo Milán.

Creo que hay que cuidar las amistades y las cartas ayudan, en el trasiego y prisas de la ahoridad, tan tristemente emboscada en quehaceres improductivos para la fraternidad o excesivamente productivos para la sociedad de mercado y rentabilidad económica.

Las cartas que recibo y las que envío ayudan a mantener los vínculos. Eso que Ángel Calle nos insta a acrecentar y fortalecer frente a una cultura de la individualidad exasperante, enajenada y narcotizada.

La poesía, las cartas, el tomar unos vinos, el ir juntos a una manifestación o al cine, el acompañar en la resistencia a los que reclaman "Pobreza cero". Todo eso es mi vida ahora, lo que me alimenta el espíritu.

La amistad, "El río de los amigos" de los que habla Rafa Saravia parafraseando al ínclito Antonio Gamoneda, es crucial para mi día a día.

Las buenas re-lecturas, de los maestros, Celan, Jabès, Ajmatova, Holan, Dalton, Lorca, Pizarnik, Paz, Varela, Rimbaud, Núñez, Mandelstam, Wang Wei, etc., son cartas, son propicias escrituras para con-versar desde el interior de uno con el uno que vive, ese poema a poema por el que uno tiene una experiencia ampliada de la existencia propia y del mundo.

Mi mujer, Juani, mis hijos, son otro mundo en el mundo,comunicado, comunicante, también a veces, refugio, trinchera.

Me preguntas por la valencia en llamas desde la que una hecatombe de artistas y poetas resisten la hegemonia de una cultura masiva bajo el espectro del pensamiento único y la pseudo-cultura kitsch. Y eso requiere otra carta, que te participaré pronto.

Lo cierto es que hay bastantes poetas y pintores y artistas en Valencia que al menos están de acuerdo en una cosa, aunque luego cada uno se resuelva y manifieste de singular y heterogenea manera:

No nos domesticarán facilmente.
En derrota puede, pero no en doma,
se puede decir parafraseando ahora a otro grande, Claudio Rodríguez.

Un abrazo grande, compa.

Pronto te cuento lo de Valencia en llamas...

Cuidate bueno,

Tu Víktor