08 febrero 2009

Carta 11.

Tarde de cartas, 6 de febrero de 2009.


Querido Javier,

Por fin encuentro la paz que requiere una carta y la parte práctica del tiempo que nos ocupa en transmitir lo que pensamos varias veces al día en lo que escribimos y que requiere un espacio y momento en concreto. Estuve con tu libro Viaje improbable varios días leyéndolo entre modestos viajes de tren y de metro. Esa coyuntura facilita, a mi entender, la comprensión de tus poemas viajeros. Es movimiento en el movimiento. Hice cruces, subrayé, apunté alguna nota junto a los versos y poemas que más me gustaban, pensando en que de esas notas saldría esta carta de agradecimiento por tu regalo, y sobre todo por la oportunidad de leerte en viaje.

Que el libro haya sido premiado con el Premio Surcos de Poesía te une (me une) con Mario Cuenca y su libro Todos los miedos, ganador del mismo premio dos convocatorias antes. Eso ya es un afecto al bolsillo. Luego tu libro: el andén, el viaje y la recogida de maletas, las tres partes en las que divides tu obra y mi viaje de Nagasaki a Novosibirsk, punto personal de unión y me agarro, en seguida, a uno de tus versos iniciáticos: Salimos, sin embargo, a descubrirnos, para estar de acuerdo unos poemas más adelante con los versos: Cómo saber si acaba/ si en el último puerto / después de tanto invierno,/ apenas ya seremos / ni la sombra de aquellos que partieron. Y te he acompañado, a ti y a tus viajeros, desde el andén a las habitaciones de hotel, a tu casa, a tus libros, tu sofá, tu estación segura. Y veo nacer al hombre nuevo, y recorro tus ciudades en la búsqueda de lo imposible. Escribes: Rebuscamos entre lo inverosímil /la inmediatez de lo certero / en desastrosa persecución de lo imposible. Y observo al hombre y sus contradicciones (Del lado del azogue / podemos ver un hombre /armado con el odio /de sus contradicciones). Y ¿sabes? Ha sido un viaje agradable.

Ahora, que empieza a llover en Barcelona (oigo en el patio el eco de la gota), vuelvo a Granada, y reconstruyo nuestros días de coincidencia. Es curioso como se va ampliando la imagen personal de las personas a medida que se entabla conocimiento y verdad, y surge el intercambio. Javier que no conocía, con traje de hombre formal, aspecto serio y educado, acompañando sospechosamente a poetas que ya iba conociendo. Luego supe de tu poesía, que formabas parte activa del invento también, y que además, colaborabas en la organización y asesoramiento del Festival Internacional de Poesía de Granada. Javier Bozalongo poeta. Supe también de tu catalanidad, de tu Tarragona querida y ahora de tu viaje improbable.

Releo lo escrito hasta ahora. Me recrimino que tu libro merece más por mi parte. Pienso que no he dicho algunas cosas que en su día pensé y no anoté, pero me defiendo gritando que mi manera de comentar un libro es destacar lo que de él me gusta más. Y así quiero despedirme, invitándote a que devuelvas esta carta con tus impresiones granadinas, y releyendo los versos que más me gustaron:

Nada sabe la sombra de su origen/ No conoce la luz que la proyecta / despreciando al objeto mediador / entre el sol y su ser.

Un abrazo


Ventura

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