Querida
Anay,
Mi torpeza,
la torpeza de la vida laboral, la tediosa fábrica de imperativos e
incompatibilidades horarias
– el hombre es el único animal que usa relojes,
repite insistentemente Machado en mi conciencia urbanita,-
esa torpeza
que yo mismo fabrico, de la que soy creador, ha impedido que a día de hoy, a instante de
ahora, pueda decir una sola palabra exacta sobre Medidas Cautelares, éste tu último libro que ahora, junto a la gente
que quieres, presentas en donde uno pone
los pies y dice infancia, y que yo no he podido leer pero que creo que,
paradójicamente, ya he leído.
Con esta
incoherencia me cuelo esta tarde en esta fiesta, siempre con permiso de Elena
Sagredo y bajo el paraguas de un hermoso
gesto de amistad hacia tu persona que me emociona en la distancia y agradezco.
A favor mío,
a favor nuestro, puedo decir que hemos hablado del libro – y aquí explico la
paradoja anterior- las veces en las que
hemos sido espacio común, encuentro con amigos, paseo por Barcelona, por El
Prat, tú soportando mi desorden mental, mi vehemencia, y yo enredado en tu voz
y discurso pausado y suave, casi en oleaje y bajamar . Esa manera tuya de
gritar en el susurro.
Yo celebro
ahora esta hermosa complicidad que entre usted y un servidor se ha establecido
tácitamente. Siempre que nos vemos y tiramos del hilo de nuestros proyectos
acabamos reflejando lo personal sin el detalle, el diamante sin el pulir. Del
verso a la vida y de la vida de nuevo al verso. La poesía y la amistad,
como las vacas, tienen dos estómagos.
Si te digo
que todavía no puedo, que aun no he podido escribir ciertas cosas me entiendes
y me dices “Turno de Réplica”, si me
hablas de Medidas Cautelares sin saber todavía que ése sería su título
definitivo dejas que me asome a ti antes de diluirte en el libro. Y este libro para mí ha ido creciendo y
configurando una estructura en el aire en diferentes momentos y conversaciones.
He presenciado su crecimiento en cierto
modo, y he hecho en cierto modo una prelectura inventada.
Yo, como
Elena, también tengo cosas que
agradecerte. Tu sinceridad y tu compartir lo que mis libros te han dicho, tus
ánimos cuando ves que no escribo y deseas que lo haga, que me celebres alguna
que otra fotografía. Una palabra Sala y Suberviola bastará para sanarme. Levántate y escribe, te falta decirme. Pero
sobre todo quisiera darte las gracias por algunas cosas menos bíblicas, tu
poesía por ejemplo, tu manera de decir algunas tristezas:
Desde que tú no estás todo es patraña./Una excusa pueril para ir tirando
Desde que tú no estás todo es patraña./Una excusa pueril para ir tirando
Algunos de
los versos donde últimamente me he encontrado:
Perdida
/ en la repentina ausencia/ de tu nombre
Porque
quizás la escritura sea simplemente eso, querida Anay, un punto de donde
encontrarse el uno consigo mismo, y el uno con el otro.
Para
libre el amor / con sus cadenas / con sus prisiones hechas a medida / Desde mi
soledad /bien elegida/ proclamo su victoria / humildemente
Escribes, y
cuando todo parece oscuro añades:
Y
qué más da, seguimos caminando /cargando de esperanzas el futuro
Con la
esperanza de que a tu vuelta podamos vernos y hablar del futuro,
te saludo
aquí, en esta Navarra epistolar, y saludo al respetable y les agradezco la
invitación
atentamente
Ventura Camacho
No hay comentarios:
Publicar un comentario