San Pedro de Alcántara, martes 10 de febrero, de buena mañana.
Amigo Ventu:
«Y pues Vuesa Merced escribe se le escriba y relate el caso muy por extenso…». Favor grande me haces con tu carta, porque tocas el punctum dolens con tacto y con la buena fe de amigo. Puesto que ya lo dicho no merece más comentario, no cometeré la torpeza de hablar en público de lo propio, usurpando el lugar a quien aquí lo merece.
Porque tu epistolario (nunca suficientemente completo, nunca cerrado, espero) no es sino una gran cadena de amistad. Y me encanta el sentido que los poetas le damos a esa palabra, porque nos basta leernos para sentirnos partícipes de una cofradía de la palabra, aunque nos hayamos visto apenas unas cuantas veces somos el de al lado, el que susurra cada noche el verso que nos dibuja la sonrisa, o nos turba el pensamiento durante todo el día, así lo pasamos dando vueltas a lo leído.
Y esta carta, por tanto es de amistad, la que recuerda Granada, la que recuerda las noches de radiografía, y ese tipo espigado con flequillo que, tras sus ojos pequeños de primer día de cole te apretaba la mano llamándote por tu nombre y presentándote como “un amigo de Málaga”. The rest is poetry, que diría el príncipe danés de haberse dado una vuelta por nuestra Granada.
Y de Málaga, se siguen publicando libros al acogedor amparo de las instituciones, el editor Nono García aún guarda el tipo con su Alfama; los amigos poetas andan, como casi siempre, cada uno en lo suyo, por lo que yo hago lo mismo, id est: dar clases, hacer radio y (mientras engaño a alguien para que publique mi nuevo poemario) escribir otra novela que, ¿sabes? en una de sus partes tendrá forma epistolar. Las epístolas del siglo XXI, claro, los e-mails.
Te abrazo desde el sur, aún más al sur de Granada.
Domingo.
10 febrero 2009
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